Los pescadores refieren la presencia de ciprínidos, pero no recuerdan la de truchas.
El pantano nunca tuvo salmónidos, aunque estuvo considerado como agua truchera.
El embalse de Antoñán podrá convertirse en refugio de pescadores a lo largo de todo el año, después de que la Consejería de medio Ambiente de la Junta de Castilla y León excluyera de la consideración de aguas trucheras todas las que se almacenan en el lugar, así como sus arroyos tributarios.
El embalse de Antoñán recoge las aguas de la Cepeda y parte del alto Órbigo que discurren por el arroyo de San Vicente. Sin embargo, durante buena parte del año, desde el final de la primavera hasta el otoño, el cauce permanecía casi seco. No se daba precisamente a la pesca del salmónido. Fue el pueblo de Antoñán del Valle el que decidió construir la presa, con el fin de almacenar el agua que, desde las escorrentías, llegaban al arroyo, para destinarlas al riego.
La Orden de 13 de marzo de 1998 de la Consejería de Medio Ambiente establecía las aguas trucheras de la comunidad autónoma, entre las que se encuentran el río Órbigo, «desde su nacimiento hasta su confluencia con el Jamuz y todas las aguas, excepto éste, que afluyen a dicho tramo.
Considerándose incluidos los ríos Luna y Omaña, así como todos sus afluentes, lagos y lagunas existentes en sus cuencas», lo que incluía en tal consideración, el arroyo de San Vicente, pese a que las gentes de la comarca y experimentados pescadores no recuerdan haber visto lance alguno el hombre y la trucha en el arroyo. En cualquier caso «siempre se puede meter una trucha por cualquier parte, aunque no vas a declarar zona truchera el canal del Páramo porque se haya colado una», señalaba ayer un pescador.
Lo que sí es posible capturar en el embalse de San Vicente son ciprínidos, tencas y carpas en especial, según los pescadores, por lo que aquellos que quieran matar el gusanillo con la caña cuando la temporada del salmónido está cerrada.